El fin de una espera «eterna»

El fin de una espera "eterna"

Damián Quintero (36 años), firme opción de medalla en Tokio, vuelve a la competición internacional tras un año de parón. El kárate retorna en Estambul.

Un año en la vida de un deportista de élite es demasiado. El tiempo corre muy rápido si los éxitos acompañan y exasperantemente lento si hay una lesión o los resultados no llegan. Más lento aún si el mundo se para por una pandemia. Si te dicen que los Juegos en los que tu deporte, el kárate, va a hacer su debut olímpico no se sabe si celebrarán. Y finalmente se retrasan un año. Es el camino que Damián Quintero y Sandra Sánchez, los números uno en kata, han tenido que recorrer hasta este viernes, cuando la competición internacional retornará en la Premier League de Estambul (Turquía).

«¡Se ha hecho eterno!», resopla Quintero (36 años) en la Blume de Madrid. El malagueño vivía “con la maleta en la puerta”. En 2019 compitió diez semanas en el extranjero, pasó mucho tiempo en Japón preparándose, en concentraciones… «Te acostumbras a todo, pero tenía un viaje cada dos semanas», recuerda. «Sinceramente no pensaba que esto fuese a ser tan largo, porque desde el 3 de marzo de 2020 en Salzburgo no competimos fuera. Por fin vamos a medirnos con los que serán nuestros rivales en Tokio. A finales del año pasado parecía que arrancábamos y no se pudo, se crearon pruebas a nivel nacional que nos vinieron bien para rodarnos y sacar los nervios de la competición. Pero, con todos los respetos, no es el mismo nivel. Necesitamos salir fuera y estoy hasta un poco emocionado. Quiero ver si todo el trabajo que hemos mantenido es el correcto para llegar bien a los Juegos», cuenta.

«He cogido tirria al sótano de casa donde entrené en el confinamiento»

Quintero, ingeniero aeronáutico que aparcó su profesión por el sueño olímpico, se vio zarandeado por la incertidumbre durante el confinamiento. Casado en 2019, tenía un tatami en el sótano de su casa de Madrid y allí se instaló. «Perdí la motivación en la tercera semana, por el hecho de estar encerrado. Veía a mi máximo rival (el japonés Ryo Kiyuna) entrenando al otro lado del mundo y me desesperaba. Se me hacía muy pesado bajar al sótano a entrenar. ¡Ahora hasta le he cogido tirria! Lo quería dejar todo… Pero mi entrenador (Jesús del Moral) y mi psicólogo (Pablo del Río) supieron quitarme esa negatividad», reconoce.

Luego tocó volver al CAR y Del Moral, el mago, supo tener a la tropa motivada. El seleccionador, que entró en 2016, ha llevado la preparación del kata (formas que se puntúan, no combate) a otro nivel. «Hasta 2016 no éramos olímpicos y no nos hacía falta entrenar tanto. Ahora estamos ‘full time’. Jesús es dios entre los técnicos a nivel mundial. Un innovador nato. Igual nos hace trabajar con unos pivotes en la cabeza para estabilizar el cuerpo como realizar concentraciones en altura en Sierra Nevada o entrenamientos con máscaras de hipoxia. Es un técnico completo: nutricionista, psicólogo, karateca…», alaba el andaluz.

El tatami del CAR lo preside una frase ‘Hoy vencí a mi yo de ayer’ que recuerda a los karatecas para qué están allí. Y que ha cobrado más sentido con la pandemia. Quintero, campeón mundial en 2014 y actual subcampeón, ha aprovechado el año para crecer. Perdió tono muscular («¡El otro día vi una foto de hace un año y estaba canijo!») pero ahora luce aún más fuerte. Y en Estambul estrenará kata, Ohan Dai. Un año trabajándolo. «Es muy potente, de velocidad y fuerza, que viene muy bien a mis aptitudes», apunta.

A Estambul, eso sí, no acudirá Kiyuna. Los dos jugarán al gato y al ratón hasta Tokio, donde Quintero afrontará el reto de ganar al ídolo local en el Budokan, el templo de las artes marciales. Pero eso será en agosto. De momento, en Turquía afrontará test de COVID-19 todos los días. Y podrá competir sin mascarilla, porque en España ha sido obligatorias en entrenamientos y competición. «¡Serán los dos mejores minutos en meses!». La espera ha acabado.

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